Proseguixc en més cosetes.
Francisco Martínez y Martínez; El folklore valenciano en el Don Quijote, 1922
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EL FOLKLORE
VALENCIANO EN EL DON QUIJOTE
POR
FRANCISCO MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ
DE LA COMISIÓN DE FOLKLORE DEL CENTRO DE CULTURA
VALENCIA
MCMXXII
POR
FRANCISCO MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ
DE LA COMISIÓN DE FOLKLORE DEL CENTRO DE CULTURA
VALENCIA
MCMXXII
Tirada de 107 Ejemplares
ejemplar número 28.
DEDICADO AL
Sr. D. Eduardo de Oliver-Copons
Junio de 1922.
ejemplar número 28.
DEDICADO AL
Sr. D. Eduardo de Oliver-Copons
Junio de 1922.
A don Rodolfo Schevill, Profesor en la Universidad de California (Bertkeley), erudito escritor cervántico, que con
el polígrafo Bonilla, honra de España, tan acertadamente está
anotando las obras del Príncipe de los ingenios castellanos el señor
Miguel de Cervantes Saavedra, por si le puede servir para sus
trabajos lo que he podido agenciar tocante al juramento del Cura del
cuento, el que mostró deseos de conocer.
Muy honrado su amigo y devoto.
Francisco Martínez.
EL POR QUÉ DE ESTE FOLLETO.
/ Nota de Ramón Guimerá Lorente: ortografía actualizada en parte. /
Como los escritos que se publican en la prensa diaria, si bien suelen ser los más leídos, también son los que menos se guardan, ya que por la índole de la publicación son los impresos más falaces, desapareciendo a la ocasión de miles de necesidades las grandes hojas que a despique de su magnitud resultan más livianas que las propias secas de los árboles cuando son arrebatadas por el cierzo al llegar la época de desnudarse aquéllos, ocurriendo que al siguiente día de la publicación ya es viejo el papel, y a las pocas semanas una rareza bibliográfica, casi más difícil de alcanzar que un incunable, si bien no obtengan el precio de éste, teniendo que recurrir, a reverter el artículo impreso, a las cuartillas manuscritas si es uno de interés y se le escapó o no llegó a conocer en el momento de ser alumbrado, al que le interesa, cosa que ocurre con frecuencia. Este caso se está dando al presente, en que hay personas interesadas en conocer un muy curioso artículo para los cervantistas, que el joven y laureado poeta nuestro amigo el publicista Puig Espert, haciéndonos grande honor publicó en la prensa valenciana a nosotros dirigido, en el que como se verá da cuenta de un antiguo cuento de esta tierra, que sirvió para que Cervantes, con la galanura que le caracteriza, pusiese en el capítulo primero de la segunda parte del Don Quijote, en boca del Barbero, el juramento del Cura de la su mula la andariega, pasaje que hasta ahora ningún comentarista del singular libro de caballerías había acertado a descifrar.
Con este motivo daremos a conocer nuevas variantes del repetido romance que conocimos después de publicada la carta en que acusábamos recibo del dicho artículo, carta que, en su reproducción, tendremos que dividirla para colocar en el correspondiente sitio los nuevos datos adquiridos, con lo que damos algo de novedad al folleto.
No creemos haber apurado la materia por lo que dirigimos el ruego a todo lector de que si conoce alguna variante del curioso cuento o romance, o bien fuese éste entero, es decir, toda la narración en verso, como es muy posible haya existido, nos la comunique, con la seguridad de que su nombre se hará constar y no tendrá fin nuestro agradecimiento.
CERVANTES Y VALENCIA (1)
A mi distinguido amigo don
Francisco Martínez y Martínez.
«Lejos de nuestro ánimo pretender con estas líneas sentar plaza de erudito. Únicamente muévenos al escribirlas, nuestro acendrado amor a la patria valenciana, no desmentido nunca y probado en cien ocasiones. Y así, este artículo va enderezado a demostrar una vez más la ya numerosa serie de concomitancias que existen entre Valencia y Cervantes, tratando de un punto, oscuro según el eminente folklorista don Francisco Rodríguez Marín, al que le pedimos mil perdones por este tan grande atrevimiento nuestro. Además, nunca nos hubiésemos lanzado a mal pergeñar estas cuartillas, sin que las precediese la supraescrita dedicatoria a don Francisco Martínez y Martínez, nuestro cervantista amigo, bajo cuya advocación las ponemos, y al cual imploramos también benevolencia, si justamente provocamos sus iras al invadir un campo tan especialmente suyo.
»Con estas palabras, y con la confesión de que únicamente a la casualidad se debe el descubrimiento, quede nuestro orgullo aquietado, si tal vez nos acometiese algún pensamiento de vanidad.
»Y vamos al asunto.
(1) Las Provincias.- Jueves 24 de Marzo de 1921.
»Cien veces hemos pasado largas horas leyendo nuestro «Quijote», anotado por don Juan Antonio Pellicer, y siempre tuvimos emociones nuevas, únicamente comparables con las sentidas la primera vez que leímos el monumento de caballerías valenciano de Martorell y Galba; pero jamás experimentamos sentimiento tan hondo de orgullo patrio como hace unos días, al pasar nuestra mirada por el primer capítulo de la segunda parte del Divino Loco. Allí se hace referencia a un romance que el señor Rodríguez Marín desconoce, y que nosotros, con toda la modestia sea dicha, conocemos.
»El capítulo trata, como es sabido, «De lo que el Cura y el Barbero pasaron con Don Quixote cerca de su enfermedad». El primero, queriendo averiguar qué tal andaba el caballero de salud y juicio, le hace sabedor «que el Turco baxaba con una poderosa armada, y que no se sabía su designio, ni a dónde había de descargar tan gran nublado, y con este temor, con que casi cada año nos toca arma, estaba puesta en ella toda la Cristiandad, y Su Majestad había hecho proveer las costas de Nápoles y Sicilia, y la isla de Malta». A lo que don Quijote respondió: «Si se tomara mi consejo, aconsejarale yo (al rey) que usara de una prevención, de la qual su Magestad la hora de agora debe estar muy ageno de pensar en ella». Y al preguntarle de qué medio se valdría para conjurar el peligro del Turco, y así quedar mejor convencidos de su renacida locura, y luego de contestar don Quijote que no lo quería decir, para que no «amaneciese mañana en los oídos de los señores Consejeros» y otro se llevase de su trabajo el premio, dijo el barbero:
«Doy la palabra para aquí y para delante de Dios de no decir lo que vuesa merced dixere a Rey, ni a Roque, ni a hombre terrenal: juramento que aprendí del romance del Cura, que en el prefacio avisó al Rey del ladrón que le había robado las cien doblas y la su mula la andariega>>.
»En el «Quijote» comentado por don Diego Clemencín, Madrid 1835, dice en la página 7 de la referida segunda parte:
«DEL ROMANCE DEL CURA
>>Sería, como se ha dicho también del entremés de la Perendanga en las notas del prólogo, alguno de los innumerables que se han perdido sin que quede memoria ni rastro de ellos, y se cantaban vulgarmente en tiempo de Cervantes, Allí estaría la expresión proverbial ni Rey ni Roque, que probablemente tuvo su origen en el juego del ajedrez, donde el Rei es la pieza principal, y el Roque o la Roca o Torre una de las principales. Usase dicha expresión para excluir todo género de personas, aun las de mayor consideración, como son las piezas del Rei y del Roque en el ajedrez.»
»Y en el V tomo, página 30, de la edición con notas de don Francisco Rodríguez Marín. - «La Lectura», Madrid, 1912, escribe este erudito cervantista:
«14. La frase ni rey ni roque, que equivale a nadie, dicho con encarecimiento, está tomada del juego del ajedrez: de las dos piezas que tienen esos nombres, bien que al roque se le llama ahora torre. Así hacen mal los que, como Cortejón, escriben roque con mayúscula, cual si se tratara del nombre del santo que tiene el perro a los pies y es abogado contra la peste.»
«17. Ninguno de los anotadores del «Quijote» dio con este romance. Yo tampoco, y justo es decirlo y no pasar de largo disimuladamente, como si el tal romance fuera cosa que por harto sabida, pudiera dejarse en silencio.»
«Los señores Clemencín y Rodríguez Marín coinciden en sus apreciaciones en lo esencial, acerca de la primera parte de la contestación del barbero, esto es, la explicación de las palabras dixere a Rey ni a Roque (con mayúscula el uno y sin ella el otro); pero en lo tocante al romance del Cura, ninguno de los dos anotadores puede aventurar nada, siendo más sincero que Clemencín don Francisco, al confesar de plano que lo desconoce.
«Permítanos, pues, nuestro admirable folklorista, que del espíritu de él le hagamos conocedor.
>>La esencia del romance, a que sin duda se refería el Barbero, era, según nuestro parecer modestísimo, un cuento de nuestra querida tierra que, aunque por la tradición salvado del olvido, ha llegado a nuestros días, no con toda su prístina pureza, mas lo bastante completo para servirnos de argumento poderoso. Cervantes, dadas sus íntimas relaciones con Valencia, pudo conocerlo en toda su integridad, quizás todo en romance, y hacer de él mención en su obra.
»Se titula el cuento «El jurament del Retor», y es como lo transcribo seguidamente, sin quitar ni poner tilde y con todas las inexactitudes que pueda contener.
»Erase que era hace muchos años, un Cura de almas del pueblo de Riola (provincia de Valencia), que regresaba a su parroquia, cabalgando a mujeriegas en guapa mula, después de cobrar los arriendos de las fincas que su iglesia poseía.
«Mediaba la tarde, cuando en un recodo del camino le asaltaron cuatro ladrones, los cuales, quieras o no quieras, le hicieron apear de su cavalgadura, robándole el dinero cobrado y la «andariega», alejándose después, no sin antes hacerle jurar «por Dios y por su corona» que de lo sucedido no había de dar cuenta «ni a home ni a dona.»
»Anda que andarás y sumido en el mayor de los desconsuelos, llegó por fin el buen Cura a su parroquia.
»Era fiesta al día siguiente: la fiesta mayor del lugar.
»En los bancos del presbiterio de la iglesia, todo el Cabildo Municipal, presidido por el alcalde. La única nave del templo, llena de feligreses.
»Al salir el Cura de la sacristía para ir a celebrar el Santo Sacrificio, columbró debajo del púlpito a los cuatro que le desvalijaron, y al instante le sugirió una idea feliz.
»Dió comienzo la misa, y al Prefacio, en vez de las palabras de ritual, entonó lo siguiente, que transcribimos en idioma valenciano para que no pierda lo más mínimo del sabor popular:
«Venint de Tarrós (1)
i anant a Riola
me robaren quaranta onces
i una mula molt bona.
Me feren jurar
per Deu i ma corona
que no heu diria jamai
a ningún home ni dona.
A vos heu dic, Pare Etern,
que no sou home ni dona:
els quatre que me robaren
son els que están baix la trona.
»Y con la presente poesía, o lo que sea, pues de esta guisa tan destartalada ha llegado a nosotros, entonada con música del Prefacio, da fin al cuento que, según nosotros, conoció Cervantes e hizo de él una ligera referencia en su «Quijote», aludiendo a su primitiva forma romancesca.
«Desearíamos que esta nuestra opinión modestísima, pero levantada sobre un recio pedestal como es el de la tradición, llegase a convencer al eximio investigador de la «sabiduría popular», D. Francisco Rodríguez Marín, pues ello nos sería grato, no tanto por nuestra satisfacción personal, como por servir en algo con este aportamiento a los trabajos de nuestro buen amigo, el Sr. Martínez y Martínez, en orden a las relaciones de Cervantes con nuestra querida patria valenciana.
(1) Desconocemos la existencia de este pueblo o partida. Quizás antiguamente tuviese realidad.
F. PUIG-ESPERT.»
DE CUÁNDO CERVANTES DEBIÓ (1)
APRENDER EL CUENTO
O ROMANCE DEL JURAMENTO DEL CURA.
(1) Las Provincias. - Miércoles 25 de Mayo de 1921.
Sr. D. Francisco Puig-Espert.
«Mi amigo muy distinguido: Su artículo inserto en Las Provincias del 24 de Marzo, titulado «Cervantes y Valencia», a mí dirigido, he estimado sobremanera, por lo que me honra y por la aclaración y comentario a una frase del «Don Quijote» que los maestros en cervantismo solo atisbaron, pero sin que tuviesen la fortuna de dar en el clavo, cosa no extraña, ya que el cuento es valenciano, y, por tanto, desconocido para los castellanos; pero usted, que reúne distintos aspectos en el concierto literario, inspirado poeta valenciano, ameno prosista castellano, erudito, investigador, y, sobre todo, con una gran dosis de observación y mayor amor al trabajo, cosas estas últimas que nuestro enervador ambiente no deja que abunde entre el elemento joven, y aún hace mezquinear un tanto en el maduro, lo ha atisbado muy bien.
»El resultado del trabajo de la tarea del folklorista, poco comprendida por la generalidad entre nosotros, lo ha obtenido usted, ya que, al recoger un cuento popular de nuestra tierra, le ha dado explicación de las frases socarronas del rapabarbas del lugar de la Mancha, de cuyo nombre no se quiso acordar Cervantes, cuando aquél, con el muy simpático cura, sacerdote de ecuanimidad
admirable, le quieren tomar al zarandeado caballero de la Triste Figura el pulso moral de su averiada mollera, y se encuentran con que Alonso Quijano el Bueno continúa siendo Don Quijote de la Mancha; indudablemente conocía nuestro cuento el tal de Saavedra, y a él aludió por boca del Barbero, cuando éste daba palabra de no revelar el secreto de lo que oyere ni a Rey ni a Roque, ni a hombre terrenal; juramento que aprendí del romance del Cura, que en el Prefacio avisó al Rey del ladrón que le había robado las doblas y la mula la andariega (1); ahora bien, que con variantes, cosa no extraña, ya que en la actualidad yo le conozco con alguna también, aunque insignificante, como
ocurre en algún pueblo de la provincia de Castellón, según adelante veremos. He podido observar en mi rebusca folklórica que el pueblo tiene tendencia a hacer suyos los cuentos que llegan a él, por lo que sin duda los adapta a sus localidades y aun al carácter de sus gentes, y hasta las instituciones que le son más familiares y potestades más conocidas son transformadas; así vemos que lo que en siglos anteriores fué el Rey en la Ribera de Valencia, de seguro es el alcalde y regidores; en la Plana subsiste aquél; en cambio, en la Marina de Alicante nombran con el genérico de la Justicia; en estos países son tres los bandoleros, a los que atisba baix de la trona el ladino sacerdote al volverse a decir Dominus vobiscum durante la misa; esto apuntamos para que no choque la variante del Rey
por otras autoridades, cosa nada extraña al cabo de tres siglos; a mayor abundamiento, cuando desde que lo oyó contar Cervantes hasta que lo escribió, transcurrieron muchos años y más acaecimientos, en su mayoría desdichados, de esos que contristan el ánimo y apenan la vida, haciendo a ésta carga pesada, o, por lo menos, poco estimable.
(1) Segunda parte del «Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha», por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su primera parte... En Bruselas, 1616, página 4.
»Este vuestro bien forjado artículo leí en Altea, siendo un recreo más de los allí gozados: al regreso a esta ciudad, admirada por Cervantes, al tratar de colocarlo en su correspondiente sitio en la enciclopedia cervanto-valenciana, me encontré con lo que yo no guardaba memoria, con lo que había olvidado, de tal modo, que me vino de nuevas (esta pícara memoria me hace unas jugarretas a lo mejor), con un artículo que mi buen amigo el malogrado D. J. Luis Martín Mengod publicó en Diario de Valencia el 26 de Julio de 1915, en el que dice: «Siempre que leo la gran obra de Cervantes, fijo mi atención en una frase que me recuerda un cuento valenciano que aprendí en mi niñez, y que no he olvidado nunca. La referencia es precisa y terminante. Cervantes conocía el
cuento, aunque no en nuestra lengua, sino en castellano, y no en prosa, sino en verso, porque bien claro dice que se trata de un romance.» Relata el cuento después, diciendo que «...A un cura le robaron, en el trayecto de Valencia a Catarroja, la mula en que caminaba y cien duros que llevaba en los bolsillos, amenazándole el ladrón con grandes males si decía a cualquier hombre o mujer el
delito que había cometido.» A poco, el sacerdote, celebrando misa ante el Rey, en Valencia, al llegar al Orate frates ve al ladrón, de pie, debajo del púlpito, y al prefacio, en vez de las pertinentes palabras, canta:
«Anant de Valencia a Catarrocha,
me furtaren sent duros
y una mula rocha:
me digueren que no ho diguera
a ningún home ni a ninguna dona.
y agarren al lladre,
que está baix la trona.»
«Termina el curioso artículo invitando a que si hubiese alguna persona que íntegro lo conociera, lo publicase, llamamiento que no se hizo en vano, ya que en el número del indicado periódico del día 29 del supradicho mes y año se publicó una carta, firmada por Un villarrealense, en la que se repite el cuento de referencia, con la variante de que el dinero son cien doblones (lo que es más valenciano que los duros), y los ladrones tres, siendo lo cantado en la solemnidad del prefacio algo diferente del anterior; dice así:
«Un día, anant de camí,
de Valencia a Catarrocha,
me furtaren sent doblóns
y una mula molt bona.
»Me feren churar per Deu,
posant la ma en la corona,
que no ho había de dir
a ningún home ni dona.
»A vos. Pare Etern, ho dich,
que no sou home ni dona,
pera qu' els feu agarrar,
que son els de baix de la trona.»
A esta carta seguía otra de D. Manuel Bellido Rubert, en la que escribe: «El romance es así:
>>Verum dignum et justum est...
»Al pasar per Catarrocha
me ixqueren sinch lladres,
me furtaren sent doblóns
y una mula molt bona que portaba.
»Me feren churar per Deu,
posant la ma en la corona,
que no eu tenía que dir
a ningún home ni dona.
»Vos ho dich a vos, Pare Etern,
que no sou home ni dona; ¡agarreu a eixos lladres,
qu' están baix de la trona!...»
<<Y a continuación dice: «Yo lo aprendí en dialecto castellonense, y cambiada la población de Catarrocha por la de Malet, de esta provincia....» menos mal, que confiesa la traición hecha al cuento de su país.
»En el mío, los dineros son cien florines (1), y solo recuerdan los últimos versos del prefacio, que dicen:
A vos, Pare Etern,
que no sou home ni dona,
vos dich, que 'ls lladres
que m' han robat,
son els tres qu' están
baix de la trona.»
»Y ya, puesto que he transcrito las cuatro versiones que se acaban de ver, copiaré la de usted, que, a fuer de verídico, he de decir que no es de las que menos me gustan, por el mucho sabor que tiene. Decía en su artículo así:
«Venint de Tarrós,
anant a Riola,
me rebaren quaranta onses
y una mula molt bona.
Me feren jurar
per Deu i ma corona
que no heu diría jamai
a ningún home ni dona.
A vos heu dic, Pare Etern,
que no sou home ni dona:
els quatre que me robaren
son els que están baix la trona.»
(1) El florinet es una monedita de oro cuyo valor era el de catorce reales valencianos, o sean veintiocho sueldos, actualmente cinco pesetas veinticinco céntimos.
»Como muy bien afirma usted, ningún comentarista de la magna obra de Cervantes conocía el repetido romance valenciano, ya que, mientras no nos prueben lo contrario, afirmaremos que jamás existió en castellano, y paladinamente, y con su natural gracejo, el Patriarca de los cervantistas, D. Francisco Rodríguez Marín, en su primera edición del «Don Quijote», confiesa el desconocimiento del cuento; pero vino la segunda, en el año 1916, con variaciones de la parte externa, crecimiento de notas y aumento de comentarios, y ya transcribió nuestro buen amigo y maestro escuetamente el mentado artículo de Martín Mengod, que le remitió, según dice, un fraile francisco, lo que ha poco hemos podido comprobar, en la repetida segunda edición, que es una de las muchas que, por desgracia, no enriquecen nuestra colección; suponemos que al publicar la tercera edición del «Don Quijote» nuestro D. Francisco, acompañado esta vez por el notable dibujante Ricardo Marín, que por cierto tiene algún dibujo asaz chocante por ciertos descuidos, o mejor impremeditaciones, supongo habrá reproducido el cuento insertado en Diario de Valencia. Es edición ésta de la que sólo han podido percanzar ejemplares potentados y magnates, por su precio fabuloso para un libro moderno, así que solo le conocemos de vista, por haber figurado en la exposición que en ésta nuestra ciudad se hizo por la feria del año 18, de los dibujos originales del dicho señor Marín.
»Pero todo esto, mi trabajador amigo Puig, en concepto mío, no hace desmerecer un ápice su trabajo, ya que usted, al dar la explicación al pasaje del primer capítulo de la incomensurable segunda parte del «Ingenioso Hidalgo de Cervantes», lo hacía por su propia y espontánea observación, desconociendo, bien me consta, lo publicado sobre la materia, así que su descubrimiento por tal puede pasar, a mayor abundamiento, habiéndolo presentado de tan galano modo.»
Al llegar a este punto de nuestra carta, no podemos continuar sin transcribir las nuevas variantes o versiones que conocemos del repetido cuento: es una la que nos proporcionó espontáneamente nuestro buen amigo el investigador y escritor D. José Rodrigo Pertegás, que la oyó en su niñez a un maestro de primeras letras en esta ciudad de Valencia llamado D. Timoteo Corella, natural de la Vall de Almonacid (Castellón de la Plana), que había vivido en pueblos de la provincia de Alicante; dice así:
«Anant de Elda a Novelda
me ixqueren unos lladrones
me furtaren els diners
y una burreta senyores.
»Me feren jurar per Deu
no hu digues a home ni a dona
a vos he hu dich Pare Etern
que no sou home ni dona.
»Li digau a Toni Ten
que agarre a eixos dos lladres
que hi ha ahi baix de la tròna.» / la tilde parece estar justo perpendicular, ni ò ni ó /
A mitad del mes de Diciembre del próximo pasado año, nos dirigimos al simpático amigo el Catedrático de la Universidad de Barcelona Dr. Carreras y Artau, fundador del Arxiu d' Etnografía i Folklore de Catalunya, en demanda de noticias referentes al cuento que nos viene ocupando y recibimos la siguienre nota:
«Una vegada diu qu'era un Retor que celebrava l'Ofici de Pascua, y la majordona no s'havía recordat de preguntarli abans com volía'l cabrit per dinar y com que passava l'hora de còurel, ella que se'n va a la Iglesia ab lo cabrit a les mans. Lo Senyor Rector ell que al Dominus vobiscum se la vèu, y pensantse desseguida'l perqué hi anava, aixís que va a ser a cantar lo Prefaci hi va dir ab lo mateix tò, que poca gent se'n va adonar, diu:
» - Dona nostra, dona nostra
vos que del cabrit feu mostra
mitx rustit y mitx bullit
cap y peus a la cassola...
per Christum Dominum nostrum - .
>>Y vet'aqui que allavores la majordana, sabent com havia de fer lo cabrit, se'n va tornar tota cofoya (1). (Recullit a Esparraguera).
»Hi ha una altra rondalla, que's podría dir variant d'aqvesta, en la que un Rector, á qui havian robat la mula fentli jurar que no ho diría á cap home ni á cap dona, un diumenge que mentres deya l'Ofici va veure'ls lladres sota la trona, 'ls descubreis, sense fallar á la promesa, cantant per Prefaci:
» - Anant jo de camí - vers Vall-Prahona
Los lladres me van robar - la mula roja,
y me feren jurar - sus ma corona
que no ho podía dir - á cap home ni á cap dona.
Y a Vos Pare Etern vos ho dich - putx no sou home ni dona:
agafeu-los, Joan Blanch - que s'estan sota la trona,
y, per que'ls coneguen millor - porten camisola groga. / com los llassos de los pancatalanistes /
Per Christum Dominum nostrum.
(Massanet de Cabrenys). »
Tenemos noticia de otra imitación en un convento de regulares franciscos, pero como al darnos la noticia se nos dijo que con anterioridad se le había contado la anécdota a nuestro amigo el Patriarca de los cervantistas D. Francisco Rodríguez Marín, el que pensaba aprovecharla, hacemos mutis para que él sea el que la dé a conocer a los aficionados al folklore y a las cosas cervánticas, ya que en ambos estudios es maestro consumado.
«(1) (Pau Bertran y Bros: Rondallistica, rondalla n.°23 «Lo Cabrit de Pàscua».
(Vol. dels Jochs Florals de 1888, págs. 252-255 de Barcelona.)
Fon publicada desprès en la tirada apart que's feu d'aqvest treball. (Barcelona, Estampa de la Renaixensa, 1888, un fascicle de 106 págs. in 4.°.)
La del «Cabrit de Pasqva» es troba també en <El Rondallari Catalá d'En Pau Bertran y Bros», publicat per R. Miqvel y Planas, 1909. Pág. 306. >
Ahora, lector, reanudaremos la interrumpida epístola que decía así:
«Y vamos con el epígrafe que rotula esta carta, con lo que intentaremos demostrar que el tal de Saavedra conocía el romance en nuestra lengua, pues aparte de no existir en castellano, le era la armoniosa parla valenciana familiar.
»De seguro que muchos se dirán: ¿Cómo Cervantes, de nación castellano, conocía el cuento valenciano y la lengua valenciana? Voy a mostrar mi pensamiento, pero advirtiendo antes que fundándome en hechos ciertos, atestiguados por documentos antiguos y fehacientes, he de abrir un ventanillo / lo finestró de José Miguel Gracia Zapater, catalanista de La Codoñera / a la imaginación y dejar que ésta vuele, aunque no soy poeta, y se retrotraiga a la décima-sexta centuria, y después de haber terminado la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros, como llama a la de Lepanto el que cobró en ella las heridas que toda la vida fueron su orgullo, por las que tuvo que ser llevado al Hospital de Mesina, en donde se curaban todos los heridos de aquella facción prodigiosa, y entrándonos por aquél ver los amigos de quienes se podía acompañar el Manco de la batalla naval.
»Documentalmente probado, se sabe que el capitán Diego de Urbina formó su compañía en Valencia, a la cual pertenecieron los hermanos Rodrigo y Miguel de Cervantes, que, naturalmente, no sólo en el camino de Valencia a Vinaroz, donde embarcaron el domingo de la Trinidad del año 1571, en la galera «Capitana», del Comendador Mayor de Castilla, para Italia, sino durante la travesía, y después, en el vagar por tierra firme, fueron los de Saavedra compañeros de los valencianos, y no podían menos de ser también amigos, ya que el constante trato en una navegación, y la camaradería por pueblos, en hosterías, y tal vez en aventuras propias de la soldadesca de aquellos tiempos, no sólo aproxima a los individuos, si que estrecha las amistades; así, pues, no dudo en asegurar el que el valenciano Juan Bautista Villanueva, aparte de otros soldados de la compañía de Urbina, camarada de Miguel de Cervantes, fué además su amigo, lazo que indudablemente se estrechó en el Hospital de Mesina, en el que los dos ingresaron, después de la batalla de Lepanto, a curarse de las heridas que se granjearon en aquella función, defendiendo cada uno su puesto en la galera «Marquesa», de Juan Andrés Doria, que formaba parte de la escuadra del veneciano general Agustín Barbarico, nave ésta que fué muy combatida, hasta el extremo que los turcos mataron más de cuarenta hombres de su dotación, cayendo herido Miguel de Cervantes de un arcabuzazo en la mano izquierda, estando defendiendo el esquife, y el Villanueva, de una flecha, en la espalda, junto a la proa, punto que defendió durante toda la gran batería con un arcabuz; y qué cosa más natural, que, si durante el período álgido de la calentura no, en la larga convalecencia se buscasen los dos camaradas, ya que las mismas desgracias tanto aunan, y se entretuviesen en mutuas confidencias, en contarse las cosas de sus familias, las particulares de sus casas, las tradiciones de sus pueblos; en estos momentos oigo /. hay un punto aquí / yo, al Villanueva, hablando en valenciano, narrar cosas de esta tierra para entretener el tedio, y entre ellas, el cuento o romance del cura de la mula de pas molt acaminadora y los ladrones. Y no le extrañe al buen amigo el que en lengua valenciana le hablase el de esta tierra al de Alcalá, ya que ésta le era bien conocida, como adelante los años demostró, para lo que tenía sus motivos, el más poderoso la constante comunicación con sus camaradas de la compañía mentada,
perteneciente al tercio del valenciano D. Miguel de Moncada, compuesta casi en su totalidad por valencianos, en la que permanecieron los dos camaradas hasta que fué reformada, amén del privilegiado talento del futuro autor del «Don Quijote», que le hacía fácil todas las cosas, a más el gran espíritu observador de que gozó, que no dejaba que se le escapase detalle, avalorado con la buena costumbre de recoger y leer lodo papel escrito que se le ponía por delante.
»Por cierto que, como en otra ocasión manifestamos, los dos soldados se separaron en momento bien triste para el de Saavedra, y fué en el desgraciado en que la escuadra de galeotas de Amante Mami se apoderó de la galera «El Sol», en la que los dos hermanos, Rodrigo y Miguel, venían, y fueron hechos esclavos, y al revés, el Juan Bautista Villanueva, que con los otros había embarcado en Nápoles para España, aportó en ésta, por haber llegado a tiempo, el socorro a la galera, de la que, sin duda, el valenciano no había sido transbordado, como los dos Cervantes.
»Y como para dar gracias por su delicadeza en honrarme con la dedicatoria de su bonito artículo y oportuna aclaración a un pasaje del «Don Quijote», es ya demasiado larga esta epístola, corto el hilo, pues a mí, en estos achaques cervanto-valencianos me ocurre lo que a Sancho con los refranes, que se le enzarzan como las cerezas, que en tirando de una, allá van les atres en pomell, que es más bonito y propio que en sarta. Pero no finalizaré sin decirle que estoy encantado de que usted haya entrado en el campo cervántico (y con tan buen pie), en el que mucho queda por hacer aún, y que para mí es grande honor el poder formar escuela, siquiera sea por el displicente derecho de los años; así, pues, mi joven amigo, no le coarte el temor a provocar mis iras, pues ha producido sentimientos contrarios, acrecentando el añejo afecto que le profesaba su muy amigo
F. MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ.
Mayo de 1921.
Muy honrado su amigo y devoto.
Francisco Martínez.
EL POR QUÉ DE ESTE FOLLETO.
/ Nota de Ramón Guimerá Lorente: ortografía actualizada en parte. /
Como los escritos que se publican en la prensa diaria, si bien suelen ser los más leídos, también son los que menos se guardan, ya que por la índole de la publicación son los impresos más falaces, desapareciendo a la ocasión de miles de necesidades las grandes hojas que a despique de su magnitud resultan más livianas que las propias secas de los árboles cuando son arrebatadas por el cierzo al llegar la época de desnudarse aquéllos, ocurriendo que al siguiente día de la publicación ya es viejo el papel, y a las pocas semanas una rareza bibliográfica, casi más difícil de alcanzar que un incunable, si bien no obtengan el precio de éste, teniendo que recurrir, a reverter el artículo impreso, a las cuartillas manuscritas si es uno de interés y se le escapó o no llegó a conocer en el momento de ser alumbrado, al que le interesa, cosa que ocurre con frecuencia. Este caso se está dando al presente, en que hay personas interesadas en conocer un muy curioso artículo para los cervantistas, que el joven y laureado poeta nuestro amigo el publicista Puig Espert, haciéndonos grande honor publicó en la prensa valenciana a nosotros dirigido, en el que como se verá da cuenta de un antiguo cuento de esta tierra, que sirvió para que Cervantes, con la galanura que le caracteriza, pusiese en el capítulo primero de la segunda parte del Don Quijote, en boca del Barbero, el juramento del Cura de la su mula la andariega, pasaje que hasta ahora ningún comentarista del singular libro de caballerías había acertado a descifrar.
Con este motivo daremos a conocer nuevas variantes del repetido romance que conocimos después de publicada la carta en que acusábamos recibo del dicho artículo, carta que, en su reproducción, tendremos que dividirla para colocar en el correspondiente sitio los nuevos datos adquiridos, con lo que damos algo de novedad al folleto.
No creemos haber apurado la materia por lo que dirigimos el ruego a todo lector de que si conoce alguna variante del curioso cuento o romance, o bien fuese éste entero, es decir, toda la narración en verso, como es muy posible haya existido, nos la comunique, con la seguridad de que su nombre se hará constar y no tendrá fin nuestro agradecimiento.
CERVANTES Y VALENCIA (1)
A mi distinguido amigo don
Francisco Martínez y Martínez.
«Lejos de nuestro ánimo pretender con estas líneas sentar plaza de erudito. Únicamente muévenos al escribirlas, nuestro acendrado amor a la patria valenciana, no desmentido nunca y probado en cien ocasiones. Y así, este artículo va enderezado a demostrar una vez más la ya numerosa serie de concomitancias que existen entre Valencia y Cervantes, tratando de un punto, oscuro según el eminente folklorista don Francisco Rodríguez Marín, al que le pedimos mil perdones por este tan grande atrevimiento nuestro. Además, nunca nos hubiésemos lanzado a mal pergeñar estas cuartillas, sin que las precediese la supraescrita dedicatoria a don Francisco Martínez y Martínez, nuestro cervantista amigo, bajo cuya advocación las ponemos, y al cual imploramos también benevolencia, si justamente provocamos sus iras al invadir un campo tan especialmente suyo.
»Con estas palabras, y con la confesión de que únicamente a la casualidad se debe el descubrimiento, quede nuestro orgullo aquietado, si tal vez nos acometiese algún pensamiento de vanidad.
»Y vamos al asunto.
(1) Las Provincias.- Jueves 24 de Marzo de 1921.
»Cien veces hemos pasado largas horas leyendo nuestro «Quijote», anotado por don Juan Antonio Pellicer, y siempre tuvimos emociones nuevas, únicamente comparables con las sentidas la primera vez que leímos el monumento de caballerías valenciano de Martorell y Galba; pero jamás experimentamos sentimiento tan hondo de orgullo patrio como hace unos días, al pasar nuestra mirada por el primer capítulo de la segunda parte del Divino Loco. Allí se hace referencia a un romance que el señor Rodríguez Marín desconoce, y que nosotros, con toda la modestia sea dicha, conocemos.
»El capítulo trata, como es sabido, «De lo que el Cura y el Barbero pasaron con Don Quixote cerca de su enfermedad». El primero, queriendo averiguar qué tal andaba el caballero de salud y juicio, le hace sabedor «que el Turco baxaba con una poderosa armada, y que no se sabía su designio, ni a dónde había de descargar tan gran nublado, y con este temor, con que casi cada año nos toca arma, estaba puesta en ella toda la Cristiandad, y Su Majestad había hecho proveer las costas de Nápoles y Sicilia, y la isla de Malta». A lo que don Quijote respondió: «Si se tomara mi consejo, aconsejarale yo (al rey) que usara de una prevención, de la qual su Magestad la hora de agora debe estar muy ageno de pensar en ella». Y al preguntarle de qué medio se valdría para conjurar el peligro del Turco, y así quedar mejor convencidos de su renacida locura, y luego de contestar don Quijote que no lo quería decir, para que no «amaneciese mañana en los oídos de los señores Consejeros» y otro se llevase de su trabajo el premio, dijo el barbero:
«Doy la palabra para aquí y para delante de Dios de no decir lo que vuesa merced dixere a Rey, ni a Roque, ni a hombre terrenal: juramento que aprendí del romance del Cura, que en el prefacio avisó al Rey del ladrón que le había robado las cien doblas y la su mula la andariega>>.
»En el «Quijote» comentado por don Diego Clemencín, Madrid 1835, dice en la página 7 de la referida segunda parte:
«DEL ROMANCE DEL CURA
>>Sería, como se ha dicho también del entremés de la Perendanga en las notas del prólogo, alguno de los innumerables que se han perdido sin que quede memoria ni rastro de ellos, y se cantaban vulgarmente en tiempo de Cervantes, Allí estaría la expresión proverbial ni Rey ni Roque, que probablemente tuvo su origen en el juego del ajedrez, donde el Rei es la pieza principal, y el Roque o la Roca o Torre una de las principales. Usase dicha expresión para excluir todo género de personas, aun las de mayor consideración, como son las piezas del Rei y del Roque en el ajedrez.»
»Y en el V tomo, página 30, de la edición con notas de don Francisco Rodríguez Marín. - «La Lectura», Madrid, 1912, escribe este erudito cervantista:
«14. La frase ni rey ni roque, que equivale a nadie, dicho con encarecimiento, está tomada del juego del ajedrez: de las dos piezas que tienen esos nombres, bien que al roque se le llama ahora torre. Así hacen mal los que, como Cortejón, escriben roque con mayúscula, cual si se tratara del nombre del santo que tiene el perro a los pies y es abogado contra la peste.»
«17. Ninguno de los anotadores del «Quijote» dio con este romance. Yo tampoco, y justo es decirlo y no pasar de largo disimuladamente, como si el tal romance fuera cosa que por harto sabida, pudiera dejarse en silencio.»
«Los señores Clemencín y Rodríguez Marín coinciden en sus apreciaciones en lo esencial, acerca de la primera parte de la contestación del barbero, esto es, la explicación de las palabras dixere a Rey ni a Roque (con mayúscula el uno y sin ella el otro); pero en lo tocante al romance del Cura, ninguno de los dos anotadores puede aventurar nada, siendo más sincero que Clemencín don Francisco, al confesar de plano que lo desconoce.
«Permítanos, pues, nuestro admirable folklorista, que del espíritu de él le hagamos conocedor.
>>La esencia del romance, a que sin duda se refería el Barbero, era, según nuestro parecer modestísimo, un cuento de nuestra querida tierra que, aunque por la tradición salvado del olvido, ha llegado a nuestros días, no con toda su prístina pureza, mas lo bastante completo para servirnos de argumento poderoso. Cervantes, dadas sus íntimas relaciones con Valencia, pudo conocerlo en toda su integridad, quizás todo en romance, y hacer de él mención en su obra.
»Se titula el cuento «El jurament del Retor», y es como lo transcribo seguidamente, sin quitar ni poner tilde y con todas las inexactitudes que pueda contener.
»Erase que era hace muchos años, un Cura de almas del pueblo de Riola (provincia de Valencia), que regresaba a su parroquia, cabalgando a mujeriegas en guapa mula, después de cobrar los arriendos de las fincas que su iglesia poseía.
«Mediaba la tarde, cuando en un recodo del camino le asaltaron cuatro ladrones, los cuales, quieras o no quieras, le hicieron apear de su cavalgadura, robándole el dinero cobrado y la «andariega», alejándose después, no sin antes hacerle jurar «por Dios y por su corona» que de lo sucedido no había de dar cuenta «ni a home ni a dona.»
»Anda que andarás y sumido en el mayor de los desconsuelos, llegó por fin el buen Cura a su parroquia.
»Era fiesta al día siguiente: la fiesta mayor del lugar.
»En los bancos del presbiterio de la iglesia, todo el Cabildo Municipal, presidido por el alcalde. La única nave del templo, llena de feligreses.
»Al salir el Cura de la sacristía para ir a celebrar el Santo Sacrificio, columbró debajo del púlpito a los cuatro que le desvalijaron, y al instante le sugirió una idea feliz.
»Dió comienzo la misa, y al Prefacio, en vez de las palabras de ritual, entonó lo siguiente, que transcribimos en idioma valenciano para que no pierda lo más mínimo del sabor popular:
«Venint de Tarrós (1)
i anant a Riola
me robaren quaranta onces
i una mula molt bona.
Me feren jurar
per Deu i ma corona
que no heu diria jamai
a ningún home ni dona.
A vos heu dic, Pare Etern,
que no sou home ni dona:
els quatre que me robaren
son els que están baix la trona.
»Y con la presente poesía, o lo que sea, pues de esta guisa tan destartalada ha llegado a nosotros, entonada con música del Prefacio, da fin al cuento que, según nosotros, conoció Cervantes e hizo de él una ligera referencia en su «Quijote», aludiendo a su primitiva forma romancesca.
«Desearíamos que esta nuestra opinión modestísima, pero levantada sobre un recio pedestal como es el de la tradición, llegase a convencer al eximio investigador de la «sabiduría popular», D. Francisco Rodríguez Marín, pues ello nos sería grato, no tanto por nuestra satisfacción personal, como por servir en algo con este aportamiento a los trabajos de nuestro buen amigo, el Sr. Martínez y Martínez, en orden a las relaciones de Cervantes con nuestra querida patria valenciana.
(1) Desconocemos la existencia de este pueblo o partida. Quizás antiguamente tuviese realidad.
F. PUIG-ESPERT.»
DE CUÁNDO CERVANTES DEBIÓ (1)
APRENDER EL CUENTO
O ROMANCE DEL JURAMENTO DEL CURA.
(1) Las Provincias. - Miércoles 25 de Mayo de 1921.
Sr. D. Francisco Puig-Espert.
«Mi amigo muy distinguido: Su artículo inserto en Las Provincias del 24 de Marzo, titulado «Cervantes y Valencia», a mí dirigido, he estimado sobremanera, por lo que me honra y por la aclaración y comentario a una frase del «Don Quijote» que los maestros en cervantismo solo atisbaron, pero sin que tuviesen la fortuna de dar en el clavo, cosa no extraña, ya que el cuento es valenciano, y, por tanto, desconocido para los castellanos; pero usted, que reúne distintos aspectos en el concierto literario, inspirado poeta valenciano, ameno prosista castellano, erudito, investigador, y, sobre todo, con una gran dosis de observación y mayor amor al trabajo, cosas estas últimas que nuestro enervador ambiente no deja que abunde entre el elemento joven, y aún hace mezquinear un tanto en el maduro, lo ha atisbado muy bien.
»El resultado del trabajo de la tarea del folklorista, poco comprendida por la generalidad entre nosotros, lo ha obtenido usted, ya que, al recoger un cuento popular de nuestra tierra, le ha dado explicación de las frases socarronas del rapabarbas del lugar de la Mancha, de cuyo nombre no se quiso acordar Cervantes, cuando aquél, con el muy simpático cura, sacerdote de ecuanimidad
admirable, le quieren tomar al zarandeado caballero de la Triste Figura el pulso moral de su averiada mollera, y se encuentran con que Alonso Quijano el Bueno continúa siendo Don Quijote de la Mancha; indudablemente conocía nuestro cuento el tal de Saavedra, y a él aludió por boca del Barbero, cuando éste daba palabra de no revelar el secreto de lo que oyere ni a Rey ni a Roque, ni a hombre terrenal; juramento que aprendí del romance del Cura, que en el Prefacio avisó al Rey del ladrón que le había robado las doblas y la mula la andariega (1); ahora bien, que con variantes, cosa no extraña, ya que en la actualidad yo le conozco con alguna también, aunque insignificante, como
ocurre en algún pueblo de la provincia de Castellón, según adelante veremos. He podido observar en mi rebusca folklórica que el pueblo tiene tendencia a hacer suyos los cuentos que llegan a él, por lo que sin duda los adapta a sus localidades y aun al carácter de sus gentes, y hasta las instituciones que le son más familiares y potestades más conocidas son transformadas; así vemos que lo que en siglos anteriores fué el Rey en la Ribera de Valencia, de seguro es el alcalde y regidores; en la Plana subsiste aquél; en cambio, en la Marina de Alicante nombran con el genérico de la Justicia; en estos países son tres los bandoleros, a los que atisba baix de la trona el ladino sacerdote al volverse a decir Dominus vobiscum durante la misa; esto apuntamos para que no choque la variante del Rey
por otras autoridades, cosa nada extraña al cabo de tres siglos; a mayor abundamiento, cuando desde que lo oyó contar Cervantes hasta que lo escribió, transcurrieron muchos años y más acaecimientos, en su mayoría desdichados, de esos que contristan el ánimo y apenan la vida, haciendo a ésta carga pesada, o, por lo menos, poco estimable.
(1) Segunda parte del «Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha», por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su primera parte... En Bruselas, 1616, página 4.
»Este vuestro bien forjado artículo leí en Altea, siendo un recreo más de los allí gozados: al regreso a esta ciudad, admirada por Cervantes, al tratar de colocarlo en su correspondiente sitio en la enciclopedia cervanto-valenciana, me encontré con lo que yo no guardaba memoria, con lo que había olvidado, de tal modo, que me vino de nuevas (esta pícara memoria me hace unas jugarretas a lo mejor), con un artículo que mi buen amigo el malogrado D. J. Luis Martín Mengod publicó en Diario de Valencia el 26 de Julio de 1915, en el que dice: «Siempre que leo la gran obra de Cervantes, fijo mi atención en una frase que me recuerda un cuento valenciano que aprendí en mi niñez, y que no he olvidado nunca. La referencia es precisa y terminante. Cervantes conocía el
cuento, aunque no en nuestra lengua, sino en castellano, y no en prosa, sino en verso, porque bien claro dice que se trata de un romance.» Relata el cuento después, diciendo que «...A un cura le robaron, en el trayecto de Valencia a Catarroja, la mula en que caminaba y cien duros que llevaba en los bolsillos, amenazándole el ladrón con grandes males si decía a cualquier hombre o mujer el
delito que había cometido.» A poco, el sacerdote, celebrando misa ante el Rey, en Valencia, al llegar al Orate frates ve al ladrón, de pie, debajo del púlpito, y al prefacio, en vez de las pertinentes palabras, canta:
«Anant de Valencia a Catarrocha,
me furtaren sent duros
y una mula rocha:
me digueren que no ho diguera
a ningún home ni a ninguna dona.
y agarren al lladre,
que está baix la trona.»
«Termina el curioso artículo invitando a que si hubiese alguna persona que íntegro lo conociera, lo publicase, llamamiento que no se hizo en vano, ya que en el número del indicado periódico del día 29 del supradicho mes y año se publicó una carta, firmada por Un villarrealense, en la que se repite el cuento de referencia, con la variante de que el dinero son cien doblones (lo que es más valenciano que los duros), y los ladrones tres, siendo lo cantado en la solemnidad del prefacio algo diferente del anterior; dice así:
«Un día, anant de camí,
de Valencia a Catarrocha,
me furtaren sent doblóns
y una mula molt bona.
»Me feren churar per Deu,
posant la ma en la corona,
que no ho había de dir
a ningún home ni dona.
»A vos. Pare Etern, ho dich,
que no sou home ni dona,
pera qu' els feu agarrar,
que son els de baix de la trona.»
A esta carta seguía otra de D. Manuel Bellido Rubert, en la que escribe: «El romance es así:
>>Verum dignum et justum est...
»Al pasar per Catarrocha
me ixqueren sinch lladres,
me furtaren sent doblóns
y una mula molt bona que portaba.
»Me feren churar per Deu,
posant la ma en la corona,
que no eu tenía que dir
a ningún home ni dona.
»Vos ho dich a vos, Pare Etern,
que no sou home ni dona; ¡agarreu a eixos lladres,
qu' están baix de la trona!...»
<<Y a continuación dice: «Yo lo aprendí en dialecto castellonense, y cambiada la población de Catarrocha por la de Malet, de esta provincia....» menos mal, que confiesa la traición hecha al cuento de su país.
»En el mío, los dineros son cien florines (1), y solo recuerdan los últimos versos del prefacio, que dicen:
A vos, Pare Etern,
que no sou home ni dona,
vos dich, que 'ls lladres
que m' han robat,
son els tres qu' están
baix de la trona.»
»Y ya, puesto que he transcrito las cuatro versiones que se acaban de ver, copiaré la de usted, que, a fuer de verídico, he de decir que no es de las que menos me gustan, por el mucho sabor que tiene. Decía en su artículo así:
«Venint de Tarrós,
anant a Riola,
me rebaren quaranta onses
y una mula molt bona.
Me feren jurar
per Deu i ma corona
que no heu diría jamai
a ningún home ni dona.
A vos heu dic, Pare Etern,
que no sou home ni dona:
els quatre que me robaren
son els que están baix la trona.»
(1) El florinet es una monedita de oro cuyo valor era el de catorce reales valencianos, o sean veintiocho sueldos, actualmente cinco pesetas veinticinco céntimos.
»Como muy bien afirma usted, ningún comentarista de la magna obra de Cervantes conocía el repetido romance valenciano, ya que, mientras no nos prueben lo contrario, afirmaremos que jamás existió en castellano, y paladinamente, y con su natural gracejo, el Patriarca de los cervantistas, D. Francisco Rodríguez Marín, en su primera edición del «Don Quijote», confiesa el desconocimiento del cuento; pero vino la segunda, en el año 1916, con variaciones de la parte externa, crecimiento de notas y aumento de comentarios, y ya transcribió nuestro buen amigo y maestro escuetamente el mentado artículo de Martín Mengod, que le remitió, según dice, un fraile francisco, lo que ha poco hemos podido comprobar, en la repetida segunda edición, que es una de las muchas que, por desgracia, no enriquecen nuestra colección; suponemos que al publicar la tercera edición del «Don Quijote» nuestro D. Francisco, acompañado esta vez por el notable dibujante Ricardo Marín, que por cierto tiene algún dibujo asaz chocante por ciertos descuidos, o mejor impremeditaciones, supongo habrá reproducido el cuento insertado en Diario de Valencia. Es edición ésta de la que sólo han podido percanzar ejemplares potentados y magnates, por su precio fabuloso para un libro moderno, así que solo le conocemos de vista, por haber figurado en la exposición que en ésta nuestra ciudad se hizo por la feria del año 18, de los dibujos originales del dicho señor Marín.
»Pero todo esto, mi trabajador amigo Puig, en concepto mío, no hace desmerecer un ápice su trabajo, ya que usted, al dar la explicación al pasaje del primer capítulo de la incomensurable segunda parte del «Ingenioso Hidalgo de Cervantes», lo hacía por su propia y espontánea observación, desconociendo, bien me consta, lo publicado sobre la materia, así que su descubrimiento por tal puede pasar, a mayor abundamiento, habiéndolo presentado de tan galano modo.»
Al llegar a este punto de nuestra carta, no podemos continuar sin transcribir las nuevas variantes o versiones que conocemos del repetido cuento: es una la que nos proporcionó espontáneamente nuestro buen amigo el investigador y escritor D. José Rodrigo Pertegás, que la oyó en su niñez a un maestro de primeras letras en esta ciudad de Valencia llamado D. Timoteo Corella, natural de la Vall de Almonacid (Castellón de la Plana), que había vivido en pueblos de la provincia de Alicante; dice así:
«Anant de Elda a Novelda
me ixqueren unos lladrones
me furtaren els diners
y una burreta senyores.
»Me feren jurar per Deu
no hu digues a home ni a dona
a vos he hu dich Pare Etern
que no sou home ni dona.
»Li digau a Toni Ten
que agarre a eixos dos lladres
que hi ha ahi baix de la tròna.» / la tilde parece estar justo perpendicular, ni ò ni ó /
A mitad del mes de Diciembre del próximo pasado año, nos dirigimos al simpático amigo el Catedrático de la Universidad de Barcelona Dr. Carreras y Artau, fundador del Arxiu d' Etnografía i Folklore de Catalunya, en demanda de noticias referentes al cuento que nos viene ocupando y recibimos la siguienre nota:
«Una vegada diu qu'era un Retor que celebrava l'Ofici de Pascua, y la majordona no s'havía recordat de preguntarli abans com volía'l cabrit per dinar y com que passava l'hora de còurel, ella que se'n va a la Iglesia ab lo cabrit a les mans. Lo Senyor Rector ell que al Dominus vobiscum se la vèu, y pensantse desseguida'l perqué hi anava, aixís que va a ser a cantar lo Prefaci hi va dir ab lo mateix tò, que poca gent se'n va adonar, diu:
» - Dona nostra, dona nostra
vos que del cabrit feu mostra
mitx rustit y mitx bullit
cap y peus a la cassola...
per Christum Dominum nostrum - .
>>Y vet'aqui que allavores la majordana, sabent com havia de fer lo cabrit, se'n va tornar tota cofoya (1). (Recullit a Esparraguera).
»Hi ha una altra rondalla, que's podría dir variant d'aqvesta, en la que un Rector, á qui havian robat la mula fentli jurar que no ho diría á cap home ni á cap dona, un diumenge que mentres deya l'Ofici va veure'ls lladres sota la trona, 'ls descubreis, sense fallar á la promesa, cantant per Prefaci:
» - Anant jo de camí - vers Vall-Prahona
Los lladres me van robar - la mula roja,
y me feren jurar - sus ma corona
que no ho podía dir - á cap home ni á cap dona.
Y a Vos Pare Etern vos ho dich - putx no sou home ni dona:
agafeu-los, Joan Blanch - que s'estan sota la trona,
y, per que'ls coneguen millor - porten camisola groga. / com los llassos de los pancatalanistes /
Per Christum Dominum nostrum.
(Massanet de Cabrenys). »
Tenemos noticia de otra imitación en un convento de regulares franciscos, pero como al darnos la noticia se nos dijo que con anterioridad se le había contado la anécdota a nuestro amigo el Patriarca de los cervantistas D. Francisco Rodríguez Marín, el que pensaba aprovecharla, hacemos mutis para que él sea el que la dé a conocer a los aficionados al folklore y a las cosas cervánticas, ya que en ambos estudios es maestro consumado.
«(1) (Pau Bertran y Bros: Rondallistica, rondalla n.°23 «Lo Cabrit de Pàscua».
(Vol. dels Jochs Florals de 1888, págs. 252-255 de Barcelona.)
Fon publicada desprès en la tirada apart que's feu d'aqvest treball. (Barcelona, Estampa de la Renaixensa, 1888, un fascicle de 106 págs. in 4.°.)
La del «Cabrit de Pasqva» es troba també en <El Rondallari Catalá d'En Pau Bertran y Bros», publicat per R. Miqvel y Planas, 1909. Pág. 306. >
Ahora, lector, reanudaremos la interrumpida epístola que decía así:
«Y vamos con el epígrafe que rotula esta carta, con lo que intentaremos demostrar que el tal de Saavedra conocía el romance en nuestra lengua, pues aparte de no existir en castellano, le era la armoniosa parla valenciana familiar.
»De seguro que muchos se dirán: ¿Cómo Cervantes, de nación castellano, conocía el cuento valenciano y la lengua valenciana? Voy a mostrar mi pensamiento, pero advirtiendo antes que fundándome en hechos ciertos, atestiguados por documentos antiguos y fehacientes, he de abrir un ventanillo / lo finestró de José Miguel Gracia Zapater, catalanista de La Codoñera / a la imaginación y dejar que ésta vuele, aunque no soy poeta, y se retrotraiga a la décima-sexta centuria, y después de haber terminado la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros, como llama a la de Lepanto el que cobró en ella las heridas que toda la vida fueron su orgullo, por las que tuvo que ser llevado al Hospital de Mesina, en donde se curaban todos los heridos de aquella facción prodigiosa, y entrándonos por aquél ver los amigos de quienes se podía acompañar el Manco de la batalla naval.
»Documentalmente probado, se sabe que el capitán Diego de Urbina formó su compañía en Valencia, a la cual pertenecieron los hermanos Rodrigo y Miguel de Cervantes, que, naturalmente, no sólo en el camino de Valencia a Vinaroz, donde embarcaron el domingo de la Trinidad del año 1571, en la galera «Capitana», del Comendador Mayor de Castilla, para Italia, sino durante la travesía, y después, en el vagar por tierra firme, fueron los de Saavedra compañeros de los valencianos, y no podían menos de ser también amigos, ya que el constante trato en una navegación, y la camaradería por pueblos, en hosterías, y tal vez en aventuras propias de la soldadesca de aquellos tiempos, no sólo aproxima a los individuos, si que estrecha las amistades; así, pues, no dudo en asegurar el que el valenciano Juan Bautista Villanueva, aparte de otros soldados de la compañía de Urbina, camarada de Miguel de Cervantes, fué además su amigo, lazo que indudablemente se estrechó en el Hospital de Mesina, en el que los dos ingresaron, después de la batalla de Lepanto, a curarse de las heridas que se granjearon en aquella función, defendiendo cada uno su puesto en la galera «Marquesa», de Juan Andrés Doria, que formaba parte de la escuadra del veneciano general Agustín Barbarico, nave ésta que fué muy combatida, hasta el extremo que los turcos mataron más de cuarenta hombres de su dotación, cayendo herido Miguel de Cervantes de un arcabuzazo en la mano izquierda, estando defendiendo el esquife, y el Villanueva, de una flecha, en la espalda, junto a la proa, punto que defendió durante toda la gran batería con un arcabuz; y qué cosa más natural, que, si durante el período álgido de la calentura no, en la larga convalecencia se buscasen los dos camaradas, ya que las mismas desgracias tanto aunan, y se entretuviesen en mutuas confidencias, en contarse las cosas de sus familias, las particulares de sus casas, las tradiciones de sus pueblos; en estos momentos oigo /. hay un punto aquí / yo, al Villanueva, hablando en valenciano, narrar cosas de esta tierra para entretener el tedio, y entre ellas, el cuento o romance del cura de la mula de pas molt acaminadora y los ladrones. Y no le extrañe al buen amigo el que en lengua valenciana le hablase el de esta tierra al de Alcalá, ya que ésta le era bien conocida, como adelante los años demostró, para lo que tenía sus motivos, el más poderoso la constante comunicación con sus camaradas de la compañía mentada,
perteneciente al tercio del valenciano D. Miguel de Moncada, compuesta casi en su totalidad por valencianos, en la que permanecieron los dos camaradas hasta que fué reformada, amén del privilegiado talento del futuro autor del «Don Quijote», que le hacía fácil todas las cosas, a más el gran espíritu observador de que gozó, que no dejaba que se le escapase detalle, avalorado con la buena costumbre de recoger y leer lodo papel escrito que se le ponía por delante.
»Por cierto que, como en otra ocasión manifestamos, los dos soldados se separaron en momento bien triste para el de Saavedra, y fué en el desgraciado en que la escuadra de galeotas de Amante Mami se apoderó de la galera «El Sol», en la que los dos hermanos, Rodrigo y Miguel, venían, y fueron hechos esclavos, y al revés, el Juan Bautista Villanueva, que con los otros había embarcado en Nápoles para España, aportó en ésta, por haber llegado a tiempo, el socorro a la galera, de la que, sin duda, el valenciano no había sido transbordado, como los dos Cervantes.
»Y como para dar gracias por su delicadeza en honrarme con la dedicatoria de su bonito artículo y oportuna aclaración a un pasaje del «Don Quijote», es ya demasiado larga esta epístola, corto el hilo, pues a mí, en estos achaques cervanto-valencianos me ocurre lo que a Sancho con los refranes, que se le enzarzan como las cerezas, que en tirando de una, allá van les atres en pomell, que es más bonito y propio que en sarta. Pero no finalizaré sin decirle que estoy encantado de que usted haya entrado en el campo cervántico (y con tan buen pie), en el que mucho queda por hacer aún, y que para mí es grande honor el poder formar escuela, siquiera sea por el displicente derecho de los años; así, pues, mi joven amigo, no le coarte el temor a provocar mis iras, pues ha producido sentimientos contrarios, acrecentando el añejo afecto que le profesaba su muy amigo
F. MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ.
Mayo de 1921.
ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE FOLLETO A LOS
XIII DÍAS DEL
MES DE MAYO DEL AÑO MCMXXII, VISPERA DE
LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS
DESAMPARADOS, PATRONA DE LA INSIGNE
CIUDAD DE VALENCIA, EN EL ESTA-
BLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DEL
HIJO DE FRANCISCO VIVES
MORA, CALLE DE
HERNÁN CORTÉS,
NÚMERO 8
L. + D.
MES DE MAYO DEL AÑO MCMXXII, VISPERA DE
LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS
DESAMPARADOS, PATRONA DE LA INSIGNE
CIUDAD DE VALENCIA, EN EL ESTA-
BLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DEL
HIJO DE FRANCISCO VIVES
MORA, CALLE DE
HERNÁN CORTÉS,
NÚMERO 8
L. + D.
OBRAS DEL AUTOR. Más en http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/catalogo_imagenes/impresion.cmd?path=1007174&posicion=69&destino=..%2Fcatalogo_imagenes%2Fgrupo.cmd%3Fposicion%3D69%26path%3D1007174%26presentacion%3Dpagina%26idBusqueda%3D1527
Homenage al Compte de Lumiares. Obra de tèrra saguntina (barro saguntino). Agotada.
Còses de la meua tèrra (La Marina). Primera tanda.
Discurs en l'acte lliterari-musical celebrat el día XIX de Febrer del any MCMXIV en la Acadèmia Valencianista.
Las joyas de Isabel la Católica no sirvieron para el descubrimiento de América. Segunda edición.
Martín Juan de Galba; coautor de Tirant lo Blanch.
Melchor Valenciano de Mendiolaza, jurado de Valencia, procurador de Miguel de Cervantes Saavedra, Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, y general de la Duquesa de Villa-Hermosa. Notas biográficas.
San Francisco, Cervantes y Valencia. Discurso leído en el acto literario-musical en honor de Miguel de Cervantes, por la V. O. T. Franciscana el 24 de Noviembre de 1916.
Algo de Bibliografía Valenciano-Vicentista.
Còses de la meua tèrra (La Marina). Segona tanda.
Don Guillén de Castro no pudo ser el falso Alonso Fernández de Avellaneda.
BIBLIOTECA CERVANTINA DE AUTORES VALENCIANOS.
El Curioso impertinente. Comedia en tres jornadas y en verso de D. Guillén de Castro. https://es.wikipedia.org/wiki/El_curioso_impertinente
Falla del Tros-Alt: Don Quijote y Sancho Panza.
La última aventura de Don Quijote. Falla de la calle de Ruzafa.
Homenage al Compte de Lumiares. Obra de tèrra saguntina (barro saguntino). Agotada.
Còses de la meua tèrra (La Marina). Primera tanda.
Discurs en l'acte lliterari-musical celebrat el día XIX de Febrer del any MCMXIV en la Acadèmia Valencianista.
Las joyas de Isabel la Católica no sirvieron para el descubrimiento de América. Segunda edición.
Martín Juan de Galba; coautor de Tirant lo Blanch.
Melchor Valenciano de Mendiolaza, jurado de Valencia, procurador de Miguel de Cervantes Saavedra, Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, y general de la Duquesa de Villa-Hermosa. Notas biográficas.
San Francisco, Cervantes y Valencia. Discurso leído en el acto literario-musical en honor de Miguel de Cervantes, por la V. O. T. Franciscana el 24 de Noviembre de 1916.
Algo de Bibliografía Valenciano-Vicentista.
Còses de la meua tèrra (La Marina). Segona tanda.
Don Guillén de Castro no pudo ser el falso Alonso Fernández de Avellaneda.
BIBLIOTECA CERVANTINA DE AUTORES VALENCIANOS.
El Curioso impertinente. Comedia en tres jornadas y en verso de D. Guillén de Castro. https://es.wikipedia.org/wiki/El_curioso_impertinente
Falla del Tros-Alt: Don Quijote y Sancho Panza.
La última aventura de Don Quijote. Falla de la calle de Ruzafa.
http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/catalogo_imagenes/impresion.cmd?path=1007174&posicion=69&destino=..%2Fcatalogo_imagenes%2Fgrupo.cmd%3Fposicion%3D69%26path%3D1007174%26presentacion%3Dpagina%26idBusqueda%3D1527Juan Antonio Mayans y
Siscar y Juan Antonio Pellicer y Saforcada; Cartas Cervantinas.
En Joseph Bodríay Roig. De Don Quixot a Cervantes, Goig.
En Joseph Bodríay Roig. De Don Quixot a Cervantes, Goig.